"La ciencia cada vez màs se parecerà a la hierba, estara en el medio, entre unas cosas y otras, acompañando su fuga (aunque bien es cierto que los aparatos de poder exigiràn cada vez màs una reordenaciòn, una recodificaciòn de la ciencia)" Gilles Deleuze

Maurice Banchot

“Lo que nosotros negamos no carece de valor ni de importancia. Más bien a eso se debe que la negación sea necesaria. Hay una razón que no aceptaremos, hay una apariencia de sabiduría que nos horroriza, hay una petición de acuerdo y conciliación que no escucharemos. Se ha producido una ruptura. Hemos sido reducidos a esa franqueza que no tolera la complicidad.

jueves, 11 de junio de 2009

Informaciòn e invitaciòn: Seminario Formación


EPISTEMOLOGÍA- 2009

Primer encuentro

(Viernes 12 de junio, 8:30 a 10 hs.)

Coordinación: Prof. Andrés Cappelletti

Tema: Diversidad de las Psicologías: el problema de la técnica.

Bibliografía sugerida:

Badiou, A., Manifiesto por la filosofía, Cap. 5 y 6, Nueva Visión, Bs. As., 1996.

Deleuze, G., Posdata sobre las sociedades de control, en El lenguaje libertario, Nordan, Montevideo, 1993.

Bernard, M., La psicología, en La filosofía de las Ciencias Sociales, Espasa Calpe, Madrid, 1981.


lunes, 8 de junio de 2009

¿Qué es la Psicología? Georges Canguilhem

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Traducciòn: Marìa Teresa Poyrazinan
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La pregunta "¿Qué es la Psicología?" parece más perturbadora para el psicólogo de lo que es para el filósofo la pregunta "¿Qué es la Filosofía?". Porque para la filosofía, la pregunta por su sentido y por su esencia la constituye, mucho más de lo que la define, una respuesta a esta cuestión. El hecho de que la pregunta resurja incesantemente, por falta de una respuesta satisfactoria, es, para quien querría poder llamarse filósofo, una razón de humildad y no una causa de humillación. Pero para la Psicología, la pregunta por su esencia o, más modestamente, por su concepto, cuestiona también la existencia misma del psicólogo, en la medida en que al no poder responder exactamente sobre lo que es, se le hace muy difícil poder responder por lo que hace. Sólo puede, entonces, buscar en una eficacia siempre discutible la justificación de su importancia como especialista, importancia de la cual él no se lamentaría en absoluto, pero que en el filósofo generaría un complejo de inferioridad.
Al decir que la eficacia del psicólogo es discutible, no se quiere decir que sea ilusoria; simplemente se desea destacar que esta eficacia está sin duda mal fundada, en tanto no hay pruebas de que ella se deba a la aplicación correcta de una ciencia; es decir, en tanto que el estatuto de la Psicología no está determinado de tal manera que se la deba tener por algo más y mejor que un empirismo compuesto, literalmente codificado para los fines de la enseñanza. En efecto, de numerosos trabajos se tiene la impresión de que mezclan a una filosofía sin rigor, una ética sin exigencia y una medicina sin control. Filosofía sin rigor, porque es ecléctica bajo el pretexto de la objetividad; ética sin exigencia, porque asocian experiencias etológicas en sí mismas sin crítica; la del confesor, la del educador, la del jefe, la del juez, etc., y medicina sin control, ya que de las tres clases de enfermedades más ininteligibles y menos curables, las enfermedades de la piel, las enfermedades de los nervios y las enfermedades mentales, el estudio y el tratamiento de las dos últimas ha proporcionado desde siempre a la Psicología observaciones e hipótesis.
Por lo tanto, parece que al preguntar "¿Qué es la Psicología?", uno se plantea una pregunta que no es ni impertinente ni fútil.
Durante largo tiempo se ha buscado la unidad característica del concepto de una ciencia en relación a su objeto. El objeto dictaría el método utilizado para el estudio de sus propiedades. Pero esto era, en el fondo, limitar la ciencia a la investigación de un dato, a la exploración de un campo. Cuando se hizo evidente que toda ciencia produce más o menos su dato y se apropia, por este hecho, de lo que se denomina su campo, el concepto de una ciencia fue dando progresivamente más cuenta de su método que de su objeto. O más exactamente, la expresión "objeto de la ciencia" adquirió un nuevo sentido. El objeto de la ciencia ya no es solamente el campo específico de los problemas, de los obstáculos a resolver, es también la intención y el alcance del sujeto de la ciencia, es el proyecto específico el que constituye como tal una conciencia teórica.
A la pregunta "¿Qué es la Psicología?" se puede responder poniendo de relieve la unidad de su campo, a pesar de la multiplicidad de proyectos metodológicos. A este tipo pertenece la brillante respuesta dada por el profesor Daniel Lagache en 1947, a una pregunta planteada, en 1936, por Edouard Claparède . La unidad de la Psicología es buscada aquí en su definición posible como teoría general de la conducta, síntesis de la psicología experimental, de la psicología clínica, del psicoanálisis, de la psicología social y de la etnología.
Sin embargo, si se observa con cuidado, se puede decir que quizás esta unidad se asemeja más a un pacto de coexistencia pacífica concertado entre profesionales que a una esencia lógica, obtenida por la revelación de una constante en una variedad de casos. De las dos tendencias entre las cuales el profesor Lagache busca un acuerdo sólido: la naturalista (psicología experimental) y la humanista (psicología clínica), se tiene la impresión de que la segunda parece tener un mayor peso. Esto es lo que explica, sin duda, la ausencia de la psicología animal en esta exposición de las partes del litigio. Ciertamente, es evidente que ella está incluida en la psicología experimental que es en gran medida una psicología de los animales, pero lo está como material sobre el cual aplicar el método. Y, en efecto, una psicología sólo puede llamarse experimental en razón de su método y no en razón de su objeto. Mientras que, pese a las apariencias, es por el objeto más que por el método, que una psicología es llamada clínica, psicoanalítica, social, etnológica. Todos estos adjetivos son indicativos de un solo y mismo objeto de estudio: el hombre, ser locuaz o taciturno, ser sociable o insociable. En consecuencia, ¿se puede hablar rigurosamente de una teoría general de la conducta, en tanto no se ha resuelto el problema de saber si hay continuidad o ruptura entre el lenguaje humano y el lenguaje animal, entre la sociedad humana y la sociedad animal? Es posible que, al respecto, no le corresponde a la filosofía decidir, sino a la ciencias; en realidad a varias ciencias, incluida la psicología.
Pero entonces, la psicología no puede, para definirse, prejuzgar sobre aquello a lo cual debe juzgar. Sin lo cal es inevitable que, al proponerse ella misma como teoría general de la conducta, haga suya cierta idea del hombre. Es necesario entonces permitir que la filosofía pregunte a la psicología de dónde saca esta idea, y si no será en el fondo de alguna filosofía.
Nosotros, porque no somos psicólogos, querríamos tratar de abordar la pregunta fundamental planteada desde una vía opuesta, es decir, investigar si es o no la unidad de un proyecto lo que podría conferir su unidad eventual a las diferentes clases de disciplinas llamadas psicológicas. Pero nuestro método de investigación exige un retroceso. Buscar en cuál de los campos se superponen puede hacerse mediante su investigación separada y su comparación en la actualidad (una decena de años en el caso del profesor Lagache). Averiguar si los proyectos convergen exige que se extraiga el sentido de cada uno de ellos, no cuando éste se pierda en el automatismo de la ejecución, sino cuando surja de la situación que lo suscita. Buscar una respuesta a la pregunta "¿Qué es la Psicología?" implica para nosotros la obligación de esbozar una historia de la psicología, pero por supuesto, considerada solamente en sus orientaciones, en relación con la historia de la filosofía y de las ciencias, una historia necesariamente teleológica, puesto que está destinada a trasladar hasta la pregunta formulada, el supuesto sentido originario de las diversas disciplinas, métodos o proyectos, cuya disparidad actual legitima esta pregunta.
I. LA PSICOLOGÍA COMO CIENCIA NATURAL
Mientras que psicología significa etimológicamente “ciencia del alma”, es notable que una psicología independiente esté ausente, en las ideas y en los hechos, de los sistemas filosóficos de la antigüedad, donde, sin embargo, la “psyche”, el alma, es considerada como un ser natural. Los estudios relativos al alma se encuentran allí repartidos entre la metafísica, la lógica y la física. El tratado aristotélico Del alma es en realidad un tratado de biología general, uno de los escritos consagrados a la física. Después de Aristóteles, y según la tradición de la Escuela, los cursos de filosofía de comienzos del siglo XVII tratan todavía del alma dentro de un capítulo de la Física . El objeto de la física es el cuerpo natural y organizado que tiene la vida en potencia; por lo tanto la física trata del alma como forma del cuerpo viviente, y no como sustancia separada de la materia. Desde ese punto de vista, un estudio de los órganos del conocimiento, es decir, de los sentidos externos (los cinco sentidos usuales) y de los sentidos internos (sentido común, fantasía, memoria) no difieren en nada del estudio de los órganos de la respiración o de la digestión. El alma es un objeto natural de estudio, una forma dentro de las jerarquías de las formas, aún cuando su función esencial es el conocimiento de las formas. La ciencia del alma es una provincia de la fisiología, en su sentido original y universal de teoría de la naturaleza.
A esta antigua concepción se remonta, sin ruptura, un aspecto de la psicología moderna: la psicofisiología considerada durante largo tiempo como psiconeurología exclusivamente (pero en la actualidad, además, como psicoendocrinología) y la psicopatología como disciplina médica. En este sentido, no parece superfluo recordar que, antes de las dos revoluciones que permitieron el desarrollo de la fisiología moderna, la de Harvey y la de Lavoisier, una revolución de no menor importancia que la teoría de la circulación o de la respiración fue protagonizada por Galeno cuando estableció clínica y experimentalmente después de los médicos de la Escuela de Alejandría, Herófilo y Erasístrato, contra la doctrina aristotélica y conforme a las anticipaciones de Alcmeón, de Hipócrates y de Platón, que es el cerebro, y no el corazón, el órgano de la sensación y del movimiento y la sede del alma. Galeno, crea verdaderamente una filiación ininterrumpida de descubrimientos, neumatología empírica durante siglos, cuya pieza fundamental es la teoría de los espíritus animales, destronada y reemplazada a fines del Siglo XVIII por la electroneurología. Aunque decididamente pluralista en su concepción de las relaciones entre funciones y órganos encefálicos, Gall procede directamente de Galeno y domina, pese a sus extravagancias, todas las investigaciones sobre localizaciones cerebrales, durante los primeros sesenta años del siglo XIX, hasta Broca inclusiva.
En síntesis, como psicofisiología y psicopatología, la psicología actual se remonta siempre al Siglo II.
II. LA PSICOLOGÍA COMO CIENCIA DE LA SUBJETIVIDAD
La declinación de la física aristotélica, en el siglo XVII, marca el fin de la psicología como para-física, como ciencia de un objeto natural y, correlativamente, el nacimiento de la Psicología como ciencia de la subjetividad.
Los verdaderos responsables del advenimiento de la psicología moderna, como ciencia del sujeto pensante, son los físicos mecanicistas del siglo XVIII .
Si la realidad del mundo ya no es confundida con el contenido de la percepción, si la realidad es obtenida y planteada por reducción de las ilusiones de la experiencia sensible habitual, la pérdida cualitativa de esta experiencia compromete, por el hecho de ser posible como falsificación de lo real, la responsabilidad propia del espíritu, es decir, del sujeto de la experiencia, en tanto que él no se identifica con la razón matematicista y mecanicista, instrumento de la verdad y medida de la realidad.
Pero esta responsabilidad es, a los ojos del físico, una culpabilidad. La Psicología se constituye entonces, como un intento de disculpa del espíritu. Su proyecto es el de una ciencia que, frente a la física, explica por qué el espíritu está, por naturaleza, obligado a engañar, desde el inicio, a la razón respecto a la realidad. La psicología se vuelve física del sentido externo para dar cuenta de los contrasentidos de los que la física mecanicista culpa al ejercicio de los sentidos en la función del conocimiento.
A.- La física del sentido externo
La Psicología, ciencia de la subjetividad, comienza por lo tanto como psicofísica por dos razones. En primer lugar, porque no puede ser menos que una física para ser considerada seriamente por los físicos. En segundo lugar, porque ella debe buscar en una naturaleza, es decir, en la estructura del cuerpo humano, la razón de la existencia de los residuos irreales de la experiencia humana.
Pero esto no significa, sin embargo, un retorno a la concepción antigua de una ciencia del alma, rama de la física. La nueva física es un cálculo. La Psicología tiende a imitarla. Tratará de determinar constantes cuantitativas de la sensación y las relaciones entre esas constantes.
Descartes y Malebranche son aquí las figuras más relevantes. En las Reglas para la dirección del espíritu (XII), Descartes propone la reducción de las diferencias cualitativas entre los datos sensoriales a una diferencia de figuras geométricas. Se trata aquí de los datos sensoriales en tanto son, en el sentido exacto del término, las informaciones de un cuerpo por otros cuerpos. Lo que es informado por los sentidos externos es un sentido interno, “la fantasía que no es otra cosa que un cuerpo real y figurado”. En la regla XIV, Descartes trata expresamente lo que Kant llamará la magnitud intensiva de las sensaciones (Crítica de la Razón Pura, Analítica trascendental, anticipación de la percepción): las comparaciones entre luces, sonidos, etc. no pueden ser convertidas en relaciones exactas más que por analogía con la extensión del cuerpo figurado. Si se agrega que Descartes, si bien no es, propiamente hablando, el inventor del término y del concepto de reflejo, afirmó, sin embargo, la constancia de la relación entre la excitación y la reacción, se ve que una psicología, entendida como física matemática del sentido externo, comienza con él para culminar en Fechner, gracias a la ayuda de fisiologistas como Hermann Helmholtz, y a pesar y contra las reservas kantianas, criticadas a su vez por Herbart.
Esta variedad de la Psicología es extendida por Wundt a las dimensiones de una psicología experimental, sostenida en sus trabajos por la esperanza de hacer aparecer, en las leyes de los “hechos de conciencia”, un determinismo analítico del mismo tipo que aquél que en la mecánica y en la física otorgan, a toda ciencia, su validez universal.
Fechner muere en 1887, dos años antes de la aparición de la tesis de Bergson Ensayos sobre los datos inmediatos de la conciencia (1889). Wundt muere en 1920, luego de haber formado numerosos discípulos de los cuales algunos están todavía vivos, y no sin haber asistido a los primeros ataques de los psicólogos de la forma contra la física analítica, a la vez experimental y matemática, del sentido externo, de acuerdo a las observaciones de Ehrenfels sobre las cualidades de la forma (Ueber Gestalt qualitaten, 1890) observaciones emparentadas ellas mismas con los análisis de Bergson sobre las totalidades percibidas como formas orgánicas que dominan a sus supuestas partes (Ensayo, Cap. II).
B.- La ciencia del sentido interno
Pero la ciencia de la subjetividad no se reduce a la elaboración de una física del sentido externo, se propone y se presenta como la ciencia de la conciencia de sí o la ciencia del sentido interno.
Del siglo XVIII data el término Psicología, que tiene el sentido de ciencia del Yo (Wolff). Toda la historia de esta psicología puede escribirse como una historia de contrasentidos, de los que las Meditaciones de Descartes fueron la ocasión, sin por eso tener la responsabilidad de ello.
Cuando Descartes, al comienzo de la Meditación III, considera su “Interior” para intentar volverse más conocido y más familiar a sí mismo, esta consideración apunta al Pensamiento. El interior cartesiano, conciencia del “Ego cogito”, es el conocimiento directo que el alma tiene de sí misma, en tanto que entendimiento puro. Las Meditaciones son llamadas por Descartes metafísicas porque pretenden alcanzar directamente la naturaleza y la esencia del “Yo pienso” en la aprehensión inmediata de su existencia. La meditación cartesiana no es una confidencia personal. La reflexión que da al conocimiento del Yo el rigor y la impersonalidad de las matemáticas no es esa observación de sí que los espiritualistas, al comienzo del siglo XIX, no temieron hacer patrocinar por Sócrates a fin de que Pierre-Paul Royer-Collard pudiese dar a Napoleón I la seguridad de que el Conócete, el Cogito y la Introspección proporcionan al trono y al altar su fundamento inexpugnable.
El interior cartesiano no tiene nada en común con el sentido interno de los aristotélicos “que concibe sus objetos interiormente y dentro de la cabeza” , y del que se ha visto que Descartes lo considera como un aspecto del cuerpo (Regla XIII). Es por esto que Descartes dice que el alma se conoce directamente y más fácilmente que el cuerpo. Esta es una afirmación de la cual ignora, demasiado a menudo, la intención polémica explícita, porque, según los aristotélicos, el alma no se conoce directamente. “El conocimiento del alma no es directo, sino solamente mediante la reflexión. Pues el alma es semejante al ojo que ve todo pero no puede verse a sí mismo más que por reflejo como en un espejo… y el alma, igualmente no se ve y no se conoce más que por reflejo y por reconocimiento de sus efectos” .
Tesis que provoca la indignación de Descartes, cuando Gassendi la retoma en sus objeciones contra la Meditación III, y a la cual él responde “No es el ojo quien se ve a sí mismo, ni el espejo, sino el espíritu el único que conoce al espejo, al ojo y a sí mismo”.
Pero esta réplica decisiva no pone término a este argumento escolástico. Maine de Biran lo vuelve una vez más contra Descartes en la Memoria sobre la descomposición del pensamiento. A. Comte lo invocacontra la posibilidad de la introspección, es decir, contra este método de conocimiento de sí que Pierre-Paul Royer-Collard toma de Reid para hacer la Psicología la propedéutica científica de la metafísica, justificando por vía experimental las tesis tradicionales del sustancialismo espiritualista . El propio Cournot, en su sagacidad, no desdeña retomar el argumento para apoyar la idea de que la observación psicológica concierne más a la conducta del otro que al Yo del observador, que la psicología se entronca más con la sabiduría que con la ciencia y que “es propio de la naturaleza de los hechos psicológicos el manifestarse en aforismos más bien que en teoremas”
Es que se ha desconocido la enseñanza de Descartes al constituir contra él a la vez una psicología empírica como historia natural del Yo de Locke a Ribot, a través de Condillac, los ideólogos franceses y los utilitaristas ingleses y al constituir según él (eso es lo que se creía) una psicología racional fundada en la intuición de un Yo sustancial.
Kant conserva todavía hoy la gloria de haber establecido que si Wolf pudo bautizar sus recién nacidos post-cartesianos (Psicología Empírica, 1732; Psicología Racional, 1734), no por ello logró fundar sus pretensiones de legitimidad. Kant muestra que, por una parte, el sentido interno fenoménico sólo es un forma de la intuición empírica, que tiende a confundirse con el tiempo; que, por otra parte, el Yo, sujeto de todo juicio de apercepción, es una función de organización de la experiencia, pero no podría allí haber ciencia puesto que es la condición trascendental de toda ciencia. Los Primeros Principios Metafísicos de la Ciencia de la Naturaleza (1786) cuestionan a la Psicología el alcance de una ciencia, ya sea a imagen de las matemáticas o de la física. No hay psicología matemática posible, en el sentido en que existe una física matemática. Aún si se aplica a las modificaciones del sentido interno, en virtud de la anticipación de la percepción relativa a las magnitudes intensas, las matemáticas del continuo, no se obtendría nada más importante que lo que sería una geometría limitada al estudio de las propiedades de la línea recta. Tampoco hay una psicología experimental en el sentido en que la química se constituye por el uso del análisis y la síntesis. No podemos, ni sobre nosotros mismos ni sobre otro, entregarnos a experiencias. Y la observación interna altera su objeto. Querer sorprenderse a sí mismo en la observación de sí conduciría a la alienación. Por lo tanto, la Psicología no puede ser más que descriptiva. Su verdadero lugar está en una Antropología, como propedéutica para una teoría de la habilidad y de la prudencia, coronada por una teoría de la sabiduría.
C.- La ciencia del sentido íntimo
Si se llama Psicología clásica a aquella que se pretende refutar, es preciso señalar que en Psicología hay siempre clásicos para alguien. Los ideólogos, herederos de los sensualistas, pueden considerar como clásica la psicología escocesa que sólo predica como ellos un método inductivo para afirmar mejor, en contra de ellos, la substancialidad del espíritu. Pero la psicología atomística y analítica de los sensualistas y de los ideólogos, antes de ser rechazada como psicología clásica por los teóricos de la psicología de la Gestalt, era ya considerada como tal por un psicólogo romántico como Maine de Biran. Para él, la psicología se convierte en la técnica del Diario íntimo y la ciencia del sentido íntimo. La soledad de Descartes era la ascesis de un matemático. La soledad de Maine de Biran es la ociosidad de un subprefecto. El Yo pienso cartesiano funda el pensamiento en sí. El Yo quiero biraniano funda la conciencia para sí, contra la exterioridad. En el aislamiento de su escritorio Maine de Biran descubre que el análisis psicológico no consiste en simplificar sino en complicar, que el hecho psíquico primitivo no es un elemento sino ya una relación, que esta relación es vivida con esfuerzo. Arriba a dos conclusiones inesperadas para un hombre cuyas funciones son de autoridad, es decir de mando: la conciencia requiere del conflicto de un poder y de una resistencia; el hombre no es, como lo pensara De Bonald, una inteligencia secundada por órganos sino una organización viviente secundada por una inteligencia. Al alma le es necesario estar encarnada y por lo tanto no hay Psicología sin Biología. La observación de sí no dispensa del recurso a la fisiología del movimiento voluntario, ni a la patología de la afectividad. La situación de Maine de Biran es única, entre los dos Royer-Collard. Èl dialogó con el doctrinario y ha sido juzgado por el psiquiatra. Tenemos de Maine de Biran Un paseo con M. Royer-Collard en el jardín de Luxemburgo, y tenemos de Antoine-Athanase Royer-Collard, hermano menor del anterior, un Examen de la doctrina de Maine de Biran . Si Maine de Biran no hubiese leído y discutido a Cabanis (Relaciones de lo físico y de lo moral del hombre, 1798), si no hubiese leído y discutido con Bichat (Indagaciones sobre la Vida y la Muerte, 1800), la historia de la psicología patológica lo ignoraría. Pero no puede hacerlo. El segundo Royer-Collard es, después de Pinel y con Esquirol, uno de los fundadores de la escuela francesa de psiquiatría.
Pinel había abogado por la idea de que los alienados son a la vez enfermos como los otros, ni poseídos ni criminales, y diferentes de los otros, es decir que debían ser atendidos separadamente de los otros y separadamente según los casos, dentro de los servicios hospitalarios especializados. Pinel fundó la medicina mental como disciplina independiente a partir del aislamiento terapéutico de los alienados en Bicêtre y en Salpetrière. Royer-Collard imita a Pinel en la Maison Nationale de Charenton, de la que llega a ser Médico Jefe en 1805, el mismo año en que esquirol defiende su tesis de medicina sobre Las pasiones consideradas como causas, síntomas y medios curativos de la alienación mental. En 1816, Royer- Collard es nombrado profesor de Medicina Legal en la Facultad de Medicina de París y luego, en 1821, primer titular de la cátedra de Medicina Mental. Royer-Collard y Esquirol tuvieron como alumno a Calmeil, quien estudió la parálisis en los alienados, a Bayle, quien reconoció y aisló la parálisis en general, y a Felix Voisin quien creó el estudio del atraso mental en los niños. Y es en la Salpetrière donde, después de Pinel, Esquirol, Lelut, Baillarger y Falret entre otros, Charcot llegó a ser, en 1862, jefe de un servicio cuyos trabajos serán seguidos por Théodule Ribot, Pierre Janet, el cardenal Mercier y Sigmund Freud.
Hemos visto cómo la psicopatología comenzaba positivamente con Galeno; la vemos culminar con Freud, creador en 1896 del término psicoanálisis. La psicopatología no se ha desarrollado sin relación con las otras disciplinas psicológicas. Debido a las investigaciones de de Biran obliga a la Filosofía a preguntarse, desde hace más de un siglo, de cuál de los dos Royer-Collard debe tomar la idea que es necesario hacerse de la Psicología. Así la psicopatología es a la vez juez y parte en el debate ininterrumpido, del cual la metafísica ha legado la dirección a la Psicología, sin por otra parte renunciar a decir allí su palabra sobre las relaciones entre lo físico y lo psíquico. Esta relación ha sido formulada durante largo tiempo como somato-psíquica antes de llegar a ser psicosomática. Esta reversión, por otra parte, es la misma que se operó en la significación dada a lo inconsciente. Si se piensa que lo psíquico puede ser inconsciente, la psicología no se reduce a la ciencia de la conciencia. Lo psíquico no es solamente lo que es ocultado, sino lo que se oculta; lo que se oculta no es solamente lo íntimo, sino también según un término tomado por Bossuet a los místicos lo abisal. La psicología ya no es solamente la ciencia de la intimidad, sino la ciencia de las profundidades del alma.
III. LA PSICOLOGIA COMO CIENCIA DE LAS REACCIONES Y DEL COMPORTAMIENTO
Al proponer definir al hombre como organización viviente secundada por una inteligencia, Maine de Biran indicaba con anticipación mejor parece que Gall, para el cual, según Lelut, “el hombre ya no es una inteligencia sino una voluntad secundada por órganos”  el terreno sobre el cual iba a constituirse, en el siglo XIX, una nueva Psicología. Pero, al mismo tiempo, le asignaba sus límites, puesto que, en su Antropología situaba la vida humana entre la vida animal y la vida espiritual.
El siglo XIX ve constituirse junto con la Psicología como patología nerviosa y mental, como física del sentido externo, como ciencia del sentido interno y del sentido íntimo, una biología de la conducta humana. Creemos que las razones de este acontecimiento son las siguientes. Primeramente, razones científicas, a saber: la constitución de una Biología como teoría general de las relaciones entre los organismos y los medios, y que marca el fin de la creencia en la existencia de un reino humano separado; luego, razones técnicas y económicas, a saber: el desarrollo de un régimen industrial que orienta la atención hacia el carácter industrioso de la especie humana, que marca el fin de la creencia en la dignidad del pensamiento especulativo; finalmente, razones políticas que se resumen en el fin de la creencia en los valores de privilegio social y en la difusión del igualitarismo: la conscripción y la instrucción pública se convierten en asunto de Estado, la reivindicación de la igualdad ante los cargos militares y las funciones civiles (a cada uno según su trabajo, o sus obras o sus méritos) es el fundamento real, aunque a menudo desapercibido, de un fenómeno propio de las sociedades modernas: la práctica generalizada del peritaje en sentido amplio, como determinación de la competencia y descubrimiento de la simulación.
Ahora bien, lo que caracteriza, según nosotros, a esta psicología de los comportamientos, con relación a otro tipo de estudios psicológicos, es su incapacidad constitucional para captar y exhibir con claridad su proyecto instaurador. Si entre los proyectos instauradores de algunos tipos de psicología anteriores, algunos podían ser considerados como contrasentidos filosóficos, aquí, por el contrario, al ser rechazada toda relación con una teoría filosófica, se plantea la pregunta de dónde puede extraer su sentido una determinada investigación psicológica. Al aceptar convertirse, según el modelo de la Biología, en una ciencia objetiva de las aptitudes, de las reacciones y del comportamiento, esta psicología y estos psicólogos olvidan totalmente situar su comportamiento específico en relación a las circunstancias históricas y a los medios sociales en los cuales son llevados a proponer sus métodos o técnicas, y a hacer aceptar sus servicios.
Al bosquejar la psicología del psicólogo en el siglo XIX, Nietzsche escribe: “Nosotros, psicólogos del futuro…., consideramos casi como un signo de degeneración al instrumento que desea conocerse a sí mismo, somos los instrumentos del conocimiento, y desearíamos tener toda la ingenuidad y la precisión de un instrumento, por lo tanto, no debemos analizarnos nosotros mismos, no debemos conocernos” ¡Asombroso y muy revelador malentendido! El psicólogo sólo desea ser un instrumento sin tratar de saber de quién o de qué es el instrumento. Nietzsche parecía mejor inspirado cuando, al comienzo de la Genealogía de la moral, se interesó por el enigma que representaban los psicólogos ingleses, es decir, los utilitaristas, preocupados por la génesis de los sentimientos morales. Se preguntaba entonces por lo que había impulsado a los psicólogos en dirección al cinismo, a la explicación de las conductas humanas por el interés, por la utilidad y por el olvido de estas motivaciones fundamentales. ¡Y he aquí que ante la conducta de los psicólogos del siglo XIX, Nieztsche renuncia a todo cinismo por prevención, es decir, a toda lucidez!.
La idea de utilidad, como principio de una psicología, estaba vinculada a la toma de conciencia filosófica de la naturaleza humana como poder de artificio (Hume, Burke), más prosaicamente a la definición del Hombre como fabricante de instrumentos (los enciclopedistas, Adam Smith, Franklin). Pero el principio de la psicología biológica del comportamiento no parece ser extraído, de la misma manera, de una toma de conciencia filosófica explícita, sin duda porque sólo puede ser empleado para cualquier uso a condición de permanecer informulado.
Este principio es la definición del Hombre mismo como instrumento. Al utilitarismo, que implica la idea de la utilidad para el hombre, la idea del hombre como juez de la utilidad, le ha sucedido el instrumentalismo, que implica la idea de utilidad del hombre, la idea del hombre como medio de utilidad. La inteligencia no es más la que ordena a los órganos y se sirve de ellos, sino la que sirve a los órganos. Y no es impunemente que los orígenes históricos de la psicología de la reacción deben ser buscados en los trabajos suscitados por el descubrimiento de la ecuación personal propia de los astrónomos que utilizan el telescopio (Maskelyne, 1796). El hombre ha sido estudiado en principio como instrumento del instrumento científico antes de serlo como instrumento de todo instrumento.
Las investigaciones sobre las leyes de la adaptación y del aprendizaje, sobre la relación del aprendizaje y de las aptitudes, sobre la detección y la medida de las aptitudes, sobre las condiciones del rendimiento y de la productividad (ya se trate de individuos o grupos) investigaciones inseparables de sus aplicaciones a la selección o a la orientación, admiten todas un postulado implícito común: la naturaleza del hombre es la de ser un instrumento, su vocación es la de ser ubicado en su lugar, en su tarea.
Por supuesto, Nietzsche tiene razón al decir que los psicólogos desean ser los “instrumentos ingenuos y precisos” de este estudio del Hombre. Se han esforzado en lograr un conocimiento objetivo, aun cuando el determinismo que buscan en los comportamientos ya no sea en la actualidad el determinismo del tipo newtoniano, familiar a los primeros físicos del siglo XIX, sino más bien un determinismo estadístico, progresivamente sentado sobre los resultados de la biometría. Pero finalmente ¿cuál es el sentido de este instrumentalismo a la segunda potencia? ¿Qué es lo que impulsa e inclina a los psicólogos a convertirse, entre los hombres, en instrumentos de una ambición a tratar al hombre como un instrumento?
En los otros tipos de psicología, el alma o el sujeto, forma natural o conciencia de interioridad, es el principio que se da para justificar con validez una cierta idea del hombre en relación con la verdad de las cosas. Pero para una psicología a la que la palabra alma hace huir y la palabra conciencia reír, la verdad del hombre está dada por el hecho de que ya no hay idea del hombre, en tanto que valor diferente del de un instrumento. Ahora bien, es preciso reconocer que para que pueda ser discutida una idea de instrumento, es necesario que toda otra idea no sea colocada en el rango de instrumento, y que para poder atribuir algún valor a un instrumento, es necesario, precisamente, que todo valor no sea el de un instrumento, cuyo valor subordinado consiste en procurárselo a algún otro. Si, por lo tanto, el psicólogo no toma su proyecto de psicología de una idea de hombre, ¿cree poder legitimarlo por su comportamiento de utilización del hombre? Decimos bien: por su comportamiento de utilización, pese a dos objeciones posibles. Se nos puede observar, en efecto, por una parte, que este tipo de psicología no ignora la distinción entre la teoría y la aplicación y por otra parte, que la utilización no es la acción del psicólogo sino la de aquél o de aquellos que le piden informes o diagnósticos. Responderemos que, a menos que se confunda al teórico con la psicología con el profesor de psicología, se debe reconocer que el psicólogo contemporáneo es, con frecuencia, un practicante profesional, cuya “ciencia” está totalmente inspirada en la búsqueda de “leyes” de adaptación a un medio socio-técnico ( y no a un medio natural), lo que siempre confiere a sus operaciones de “medición” un significado de evaluación y un alcance de peritaje. De manera que el comportamiento del psicólogo del comportamiento humano, encierra casi obligatoriamente una convicción de superioridad, una buena conciencia dirigista, una mentalidad de “manager” de las relaciones del hombre con el hombre. Y es por ellos que es preciso llegar a la pregunta cínica: ¿quién designa a los psicólogos como instrumentos del instrumentalismo? ¿En qué se reconoce a aquellos hombres que son dignos de asignar al hombre-instrumento su papel y su función? ¿quién orienta a los orientadores?
Por supuesto, no nos ubicamos en el terreno de las capacidades y de la técnica. Que haya buenos o malos psicólogos, es decir técnicos hábiles luego del aprendizaje o dañinos por la impericia no sancionada por la ley, ése no es el problema.
El problema es que una ciencia, o una técnica científica, no contienen en sí mismas ninguna idea que les confiera su sentido. En su Introducción a la Psicología, Paul Guillaume ha formulado la psicología del hombre sometido a una prueba de test. Este último se defiende contra dicha investigación, teme que se ejerza sobre él una acción. Guillaume ve en este estado de espíritu un reconocimiento implícito de la eficacia del test. Pero se podría ver allí también un embrión de la psicología del testista. La defensa del testado es la repugnancia a verse tratado como un insecto por un hombre a quien él no reconoce ninguna autoridad para decirle lo que él es y lo que él debe hacer. “Tratar como un insecto”, la frase es de Stendhal, quien la tomó de Cuvier ¿Y si nosotros tratásemos al psicólogo como un insecto, si aplicáramos, por ejemplo, el fastidioso e insípido Kinsey la recomendación de Stendhal?
Dicho de otro modo, la psicología de la reacción y del comportamiento, en los siglos XIX y XX, creyó independizarse al separarse de toda filosofía, es decir, de la especulación que busca una idea del hombre mirando más allá de los datos biológicos y sociológicos. Pero esta psicología no puede evitar la recurrencia de sus resultados sobre el comportamiento de aquellos que los obtienen. Y la pregunta ¿qué es la Psicología?, en la medida en que se le prohibe a la filosofía buscar la respuesta, se convierte en ¿dónde quieren llegar los psicólogos al hacer lo que hacen?¿En nombre de qué son instituidos psicólogos? Cuando Gedeón recluta al comando de Israelitas y poniéndose a la cabeza expulsa a los Madianitas más allá del Jordán (Biblia, Jueces, Libro VII), utiliza un test de dos grados que le permite retener, en un primer momento, diez mil hombres sobre treinta y dos mil, y luego trescientos sobre diez mil. Pero este test debe al Eterno el fin de su utilización y el procedimiento de selección utilizado. Para seleccionar un seleccionador, es preciso normalmente trascender el plano de los procedimientos técnicos de selección. En la inmanencia de la psicología científica la pregunta permanece: ¿quién tiene, no la competencia, sino la misión de ser psicólogo? La psicología se basa siempre en un desdoblamiento, que ya no es el de la conciencia, sino que es, según los hechos y las normas que implican la idea del hombre, el de una masa de “sujetos” y el de una “elite” corporativa de especialistas que se invisten, ellos mismos, de su propia misión.
En Kant y en Maine de Biran la psicología se sitúa en una Antropología, es decir, a pesar de la ambigüedad, hoy muy a la moda, de este término, en una filosofía. En Kant, la teoría general de la aptitud humana permanece en relación con una teoría de la sabiduría. La psicología instrumentalista se presenta como una teoría general de la aptitud, fuera de toda referencia a la sabiduría. Si no podemos definir esta psicología por una idea del Hombre, es decir, situar la psicología en una filosofía, no tenemos, por supuesto, el poder de prohibir, a cualquiera que sea, llamarse psicólogo y llamar psicología a lo que él hace. Pero tampoco nadie puede prohibir a la filosofía continuar interrogándose sobre el estatuto mal definido de la psicología, mal definido tanto del lado de las ciencias, como del lado de las técnicas. La filosofía se conduce, al hacer esto, con su ingenuidad constitutiva, tan poco semejante a la simpleza que no excluye un cinismo circunstancial, y que la conduce a volverse, una vez más, del lado de lo popular, del lado originario de los no especialistas.
Es, entonces, muy superficialmente como la filosofía plantea a la psicología la pregunta: ¿dígame hacia qué tiende usted para que yo sepa lo que usted es? Pero el filósofo puede también dirigirse al psicólogo bajo la forma de un consejo orientador una vez no crea hábito y decirle: cuando se sale de la Sorbona por la calle Saint-Jacques se puede ascender o descender; si se asciende, uno se aproxima al Panteón que es el Conservatorio de algunos grandes hombres, pero si se desciende, uno se dirige seguramente al Departamento de Policía.

Fuente: http://www.elseminario.com.ar/

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Subimos este bello escrito a pedido de alumnos que lo querìan leer porque se habìa mencionado tanto en los teòricos como en los pràcticos del turno noche.