Aclaraciòn material no obligatorio.
Antiguos problemas que, sin embargo, es necesario replantear continuamente. Pues nos conciernen muy directamente a nosotros y a nuestro modo de vivir, a nosotros y a nuestras maneras de sentir, de pensar y de actuar. "La ciencia" interviene en todo acompañada de la "técnica". En numerosos campos, sus intervenciones son inmediatamente visibles piénsese en las naves espaciales, en las centrales nucleares, en los ordenadores, en la televisión, en las biotecnologías, en las miles de síntesis realizadas por los químicos, en la píldora anticonceptiva, en los radares, en los escáners, en el número siempre creciente de máquinas de robots que se introducen en las fábricas, en las empresas y también en nuestras casas, en nuestra vida cotidiana. Pero "la ciencia" no está únicamente presente en lo temporal, ha llegado a ocupar un lugar privilegiado en el dominio de lo espiritual. Empleo esta expresión, como lo hacía Augusto Comte, para designar un vasto conjunto de temas fundamentales que incluso las sociedades "laicas" deben afrontar de una manera u otra ¿qué es el hombre? ¿De dónde viene y a dónde va? ¿Tiene algún sentido su vida? ¿Cómo debe actuar, cómo debe comportarse con los otros, cómo debe organizar la sociedad? ¿Cuáles son sus derechos y deberes? ¿o bien es preciso creer que estos mismos interrogantes carecen de verdadero significado? ¿Quién puede decirlo? Además, ¿existen conocimientos, y cuáles, que puedan aclararnos, decimos lo que es necesario creer, lo que es preciso no creer, lo que es importante y lo que no lo es, aquello que es bueno y aquello que no? En todos estos puntos interviene la ciencia. No como poder espiritual oficialmente instalado, claro está. Pero sí como instancia cultural espontáneamente reconocida (en el sentido más fuerte de la palabra) por la gran mayoría de los hombres y de las mujeres pertenecientes a las sociedades que se dicen avanzadas. La institución científica, en otros términos, ha adquirido una posición de fuerza dentro de lo que se denomina la cultura moderna. Para usar un vocabulario cómodo, se ha convertido en el saber dominante. Existen otros "saberes" que sobreviven o se desarrollan marginalmente ("saberes" religiosos, "sabidurías, tradiciones empíricas", ciencias ocultas, etc.). Pero conforme a la escala de valores más comúnmente aceptada en las sociedades científico-técnico-industriales, estos conocimientos son saberes inferiores o pseudoconocimientos. Y la valoración de la ciencia, por otra parte enteramente comprensible desde el punto de vista histórico, entraña esta consecuencia entre otras es hacia los expertos científicos hacia donde numerosos hombres se vuelven para obtener respuestas a las "grandes preguntas".
Secretaría de Ciencia y Técnica – UNL
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