Primer Parcial no presencial Primer Cuatrimestre
Epistemologìa, Turno noche, 2009
Ventana sobre el cuerpo
La iglesia dice: El cuerpo es una culpa.
La ciencia dice: El cuerpo es una máquina.
La publicidad dice: El cuerpo es un negocio.
El cuerpo dice: Yo soy una fiesta.
Galeano, Eduardo, “Ventana sobre el cuerpo” en Las palabras andantes”, Siglo XXI, México, 1993.
A través del texto de Galeano se puede observar como cada esfera de lo social se apropia del cuerpo y lo define, lo delimita, le da un uso, una función; se ejerce una adecuación del cuerpo según el sector que se lo apropie, se hace uso del cuerpo.
“Las representaciones del cuerpo y los saberes acerca del cuerpo son tributarios de un estado social, de una visión del mundo, y dentro de ésta última, de una definición de persona. (…) Las representaciones sociales le asignan al cuerpo una posición determinada dentro del simbolismo general de la sociedad. Sirven para nombrar las diferentes partes que lo componen y las funciones que cumplen, hacen explícitas sus relaciones…”[1]
Esto nos permite pensar acerca de como un mismo objeto va cambiando según los intereses del sector, como una definición, una delimitación, en definitiva, una clasificación es arbitraria, antojadiza, cultural. Podemos pensar como el mismo objeto observado, el mismo hecho analizado cambia según donde se ponga el “acento”, según el recorte que se haga, y cómo este recorte está condicionado por intereses económicos, políticos, sociales, etc. “Clasificar es ordenar, catalogar, dividir, disponer, distribuir y redistribuir, fijar límites, sentar los criterios a partir de los cuales se trazarán las separaciones y por los que se especificará lo que del conjunto queda excluido.”[2]
“El cuerpo dice: Yo soy una fiesta.” Pero el cuerpo no habla con palabras, es la literatura quien habla con palabras, por tanto esta no deja de ser una definición igual que las otras, una definición literaria, un deseo del yo poético, que muchos podemos compartir (sobre todo aquellos que no “carguen” con los criterios religiosos de “el cuerpo es una culpa”).
Isadora Duncan dijo “Si pudiera decirlo no lo bailaría”, ¿será acaso que hay que dejar hablar el cuerpo con su propio lenguaje? Porque el cuerpo habla (¿sino que serían los síntomas para un psicólogo?), pero como dijimos anteriormente, no habla con palabras. Es que el cuerpo parece estar mediado por el sujeto, por la voz del sujeto que lo interpreta; en toda interpretación hay una mediación, una traducción intelectual acerca de lo que quiere decir el cuerpo.
¿Pero si hacemos caso a este Yo poético, y dejamos que el cuerpo sea una fiesta? Fiesta es acto, el acto implica movimiento, no palabra. ¿Qué diría el cuerpo por sí mismo?
Definición del cuerpo por el sujeto que lo habita, que lo porta, que lo mueve, que lo usa = interpretación, traducción, mediación.
Definición del cuerpo por las diferentes esferas sociales (iglesia, ciencia, publicidad) = culpa, máquina, negocio.
Definición del cuerpo por sí mismo = …Si pudiera decirlo no lo bailaría.
Aramburu, Julia, A-1852/0
Comisiòn: Prof. : Adriana Paloma
[1] Sassano, Miguel: Cuerpo, tiempo y espacio: principios básicos de
[2] Díaz de Kóbila, E; Cappelletti, A: op. Cit., p. 35
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Fernández, Macedonio, “Al lector salteado” en Museo de la novela eterna (primera novela nueva), Corregidor, Buenos Aires.
Para Thuiller, los partidarios del cientificismo se equivocan cuando consideran que la ciencia es la única forma de aprehender lo real. Estos consideran que no hay nada que inventar, ya que el Sabio es un observador paciente y atento que carece de subjetividad y sólo tiene que aceptar pasivamente los mensajes de la experiencia sin tener en cuenta que el hombre de ciencia tiene un perfil psicológico y conoce apropiándose de lo real de manera activa. Macedonio nos invita a ser “lectores salteados”, a romper con la estructura tradicional de lectura propia del realismo para poner en juego la subjetividad del que lee. Ya no se trata de un lector pasivo que se limita e decodificar e interpretar lo que lee, sino que pasa a ocupar un papel activo por encontrarse implicada su subjetividad en la construcción del texto. Este se presenta desarticulado y será el lector el que lo plasme de sentido. Así como la objetividad constituye un ideal en el pensamiento científico, pretender que el lector se enfrente al texto de manera neutral también es un ideal, ya que el que lee es el protagonista de la experiencia de lectura que tamiza según las experiencias vividas y su modo de pensar. La cultura científica glorifica unilateralmente los hechos y posee un ideal de sabio, de método y de objetividad y la lectura tradicional también posee un lector modelo. Pero así como la naturaleza se dirige a los científicos en un lenguaje claro y directo y el observador deberá realizar un tamiz de lectura reflexiva para convertir el significado teórico en un verdadero hecho científico, el texto literario siempre tiene huecos que el lector puede llenar acorde a su estrategia interpretativa. Como dice Macedonio Fernández, “Cuando la felicidad nos sale al paso nunca lleva el hábito con que nosotros pensábamos encontrarla”.
Giordano Bruno sustituye la concepción de un mundo finito y ordenado jerárquicamente por un universo infinito que permite dilucidar que hay innumerables mundos iguales a él; Macedonio sustituye la concepción de una lectura armónica, de estructura rígida por un una concepción fragmentada en donde los elementos están desordenados y el lector debe reordenarlos para darle su propio sentido. Si es el lector el que construye, va a haber múltiples interpretaciones del texto y construcciones diversas. Hay una libertad de expresión que diversifica la estructura de las historias.
Para Koyré, con
Ana Laura, Passarella. P-1951/8
Comisiòn: Prof.: Adriana Paloma
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Bierce, Ambrose, “Anormal” y “Loco” en El diccionario del Diablo, Longseller,
Anormal, Adj. Que no responde a la norma. En cuestiones de pensamiento y conducta ser independiente es ser anormal y ser anormal es ser detestado. En consecuencia, el autor aconseja parecerse más al Hombre Medio que a uno mismo. Quien lo consiga obtendrá la paz, la perspectiva de la muerte y la esperanza del Infierno.
Loco, Adj. Dícese de quien está afectado de un alto nivel de independencia intelectual; del que no se conforma a las normas de pensamiento, lenguaje y acción que los conformantes han establecido observándose a sí mismos; del que no está de acuerdo con la mayoría; en suma, de todo lo que es inusitado. Vale la pena señalar que una persona es declarada loca por funcionarios carentes de pruebas de su propia cordura. Por ejemplo, el ilustre autor de este Diccionario no se siente más convencido de su salud mental que cualquier internado en un manicomio, y --salvo demostración en contrario-- es posible que en vez de la sublime ocupación a que cree dedicar sus facultades, esté golpeando los puños contra los barrotes de un asilo y afirmando ser Noé Webster, (autor del diccionario Webster) ante la inocente delectación de muchos espectadores desprevenidos.
Muchos de los autores que hemos visto, se podrían considerar anormales, o locos, pero quién mejor encaja con estas definiciones, para mi es Giordano Bruno, por pensar lo impensado y por defender hasta las últimas consecuencias, su filosofía y por vivir la fe de un modo diferente, pero no por esto, menos fiel a su dios.
“Que no responde a la norma”, totalmente, y nada menos que a la norma de la santa iglesia católica, quien en nombre del Señor ha manchado de sangre y ennegrecido con el humo de su injusticia el curso de la historia. Que “en cuestiones de pensamiento y conducta ser independiente es ser anormal y ser anormal es ser detestado”, sin duda alguna, detestado por mentes minúsculas, por no es estar de acuerdo en formar parte de una iglesia dogmática, la cual ejercía el poder hipócritamente, infundiendo miedo, opacando las mentes del pueblo y de esta manera privándolos de la capacidad de pensar, porque habría que “parecerse más al Hombre Medio que a uno mismo”. Es más fácil dominar en la ignorancia, y “se la pasa mejor” teniendo perfil bajo, formando parte de una masa mansa, donde no hay lugar para los insurrectos. “Quien lo consiga obtendrá la paz, la perspectiva de la muerte y la esperanza del Infierno”. Claro que Bruno encontró la paz, pero no precisamente por parecerse al hombre medio, encontró la paz en el sentido de permanecer fiel a su fe y a sus creencias hasta su último aliento, y la perspectiva de su muerte se hizo carne el 17 de febrero del 1600.
“Loco, Dícese de quien está afectado de un alto nivel de independencia intelectual”; naturalmente Bruno poseía un alto valor de independencia intelectual, “del que no se conforma a las normas de pensamiento, lenguaje y acción que los conformantes han establecido observándose a sí mismos”; Bruno alude que han intentado dormir su espíritu y su inteligencia, desde niño en su casa, en la escuela, en el monasterio y desde el púlpito siempre le enseñaron a dormir la luz de la razón, la mente y la capacidad del intelecto, “del que no está de acuerdo con la mayoría”; con la mayoría, sino toda, de la iglesia de la cual formaba parte, la falta de libertad que necesita para comunicar su filosofía, puesto que esta es muy degradante al autoritarismo eclesiástico, por lo que sus publicaciones son perseguidas así como el mismo. A esta falta de libertad se le suma como su misma conciencia lo invita a predicar y practicar su filosofía, al punto total de plantearla a todo nivel, con la intención de poder crear una nueva reforma. en suma, de todo lo que es inusitado. “Vale la pena señalar que una persona es declarada loca por funcionarios carentes de pruebas de su propia cordura”. En esa época el intelecto sólo pertenecía a las grandes esferas de poder eclesiásticas y gubernamentales, quienes lo utilizaban principalmente para beneficio propio. De hecho, la sabiduría en cuanto a la filosofía o el intelecto en sí era solamente permitida, de forma doctrinaria, a los que pertenecían al círculo de poder tradicional y dogmático. En ningún caso le sería permitido a una persona atea o hereje las facilidades de volverse docto. Pero Bruno no era ni ateo ni hereje, fue expulsado de la iglesia porque no la aceptaba de forma dogmática, pero si estaba dispuesto a intentar cambiarla y reformarla a juicio de él, para mejorarla y hacer una religión tolerante, comprensiva, pacífica y unificadora. Entonces, aquellos que lo condenaron y procesaron, con Dios como testigo, y las Santas Escrituras como estandarte, actuaron a su criterio, por sus intereses, pero sin reparar en nombre de quién o qué actuaban, o si su accionar estaba avalado por algo o alguien de aquello que defendían, pero, podemos decir que son sólo hombres, y que el hombre tiene libre albedrío, que es regalo de Dios, que algunos lo utilizan bien y otros mal… A Bruno lo condenó la iglesia, y la iglesia no es Dios, está formada por hombres, que casi nunca emiten sanos juicios, si Bruno viviera, mejor dicho, si se asomara a esta época, vería que no mucho ha cambiado, que quizá sería libre de pensar, decir y predicar lo que gustase, pero igualmente sería objetado por la iglesia, la sociedad o la prensa. Quizá la iglesia no ha cambiado mucho desde los días de Bruno, pero algunos tenemos la suerte, de conocer su pensamiento, su vida, aunque sea un poquito, y esto nos ayuda a formarnos una opinión diferente del mundo en que vivimos, de las instituciones y sus poderes, pero a la luz del intelecto, y ya no en sus penumbras.
Romina Gerlero, G.2199/7
Comisiòn: Prof.: Adriana Paloma
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